Declaración del IX Capítulo Provincial: «Haced lo que Él nos diga, en tiempos de pandemia»

Declaración del IX Capítulo Provincial: «Haced lo que Él nos diga, en tiempos de pandemia»

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17-20 Agosto 2020

El Capítulo quiere dirigir una palabra sobre la experiencia de la pandemia a los religiosos marianistas de la Provincia y a todos con quienes compartimos vida y misión.

         En este momento de sufrimiento, solidaridad y esperanza, queremos seguir atentos al mensaje del Evangelio, que nos trae siempre el espíritu de fe de María y el amor permanente de su Hijo: Haced lo que Él os diga (Jn 2,5). Nuestro fundador vivió desde la luz que regala la fe todos los malos momentos de persecución y dificultades. Pero a la vez supo recorrer desde esa luz el camino del carisma marianista como don, para compartir vida, cercanía, fraternidad y servicio. Desde esa luz de la fe, queremos leer hoy nuestra historia presente y proyectarnos hacia adelante.

Lo que hemos vivido

La humanidad está inmersa en una experiencia de gran sufrimiento global. El virus no conoce fronteras. La pandemia no ha terminado. Hay muchos de nosotros que han vivido lo que Jesús vivió. Jesús se echó a llorar (Jn 11,35) porque su amigo Lázaro había muerto. Nosotros hemos asistido a mucho dolor, soledad y muerte entre nuestros hermanos, amigos o familiares. Mucha gente ha perdido su empleo y ha pasado necesidad en familia. Además se ha experimentado el dolor de no poder celebrar juntos la fe, ni de alimentarse de la Eucaristía. Pero recordamos como creyentes, que Jesús sigue con nosotros porque vino para darnos vida y vida en plenitud.

También tenemos que dar gracias. En primer lugar a tantos profesionales que se han puesto al servicio de la sociedad, especialmente los sanitarios, que han estado curando, cuidando y acompañando en hospitales y centros de salud; a los que han acompañado en el duelo a los familiares de fallecidos. Gracias a los religiosos que han sabido vivir con fe esta realidad; a los trabajadores que han dado su tiempo en nuestras comunidades junto a nosotros. Gracias al Consejo provincial por su dedicación y cercanía a cada uno de nosotros. Gracias a los que han entregado su tiempo en las casas encargándose de los hijos al mismo tiempo que trabajaban. Todos estos han hecho realidad el Haced lo que Él os diga y han dado vida desde Jesús con generosidad.

 La misión educativa como obra evangelizadora no se ha interrumpido en este tiempo, sino que se ha transformado positivamente gracias a los profesores, familias y alumnos. La forma de vivir esa formación en casa y a la vez conectados ha sido una experiencia nueva y enriquecedora. Hay que agradecer lo mucho que se ha hecho: en la Red de colegios, desde los servicios centrales y en los centros, desde el equipo directivo, profesores y personal de administración y servicios, con una creatividad extraordinaria y poniendo en marcha desde el principio una nueva estructura colegial y nuevas formas de educar, acompañar y evaluar. Lo mismo tenemos que agradecer a los que han sido artífices de la misión pastoral en colegios y en parroquias, siendo innovadores y a la vez entregados. De una manera especial queremos señalar la magnífica labor de las Cáritas parroquiales. Nos toca la tierra, el lema de este año, se ha vivido como una experiencia única. Junto al agradecimiento por tanta generosidad, hemos de reconocer que en algunos casos, con la intención de ser prudentes, hemos sido temerosos y no hemos estado a la altura.

El confinamiento tan largo ha sido una experiencia inolvidable, por lo duro, pero también por lo sorprendente: hemos tocado lo que es el mundo interior, los tiempos de silencio, el sentirnos en casa tanto tiempo abriendo espacio para las cosas sencillas, la lectura, el sabernos cercanos, el trabajo y la comunicación a distancia… El Espíritu de Jesús ha actuado con fuerza.  Porque en este tiempo hemos aprendido en nuestras propias carnes lo que es la fragilidad, el miedo, los cuidados para no contagiarnos o contagiar, le necesidad de proteger, defender y valorar nuestra tierra, nuestra casa común, como decía el papa Francisco en Laudato si.

Hemos aprendido y saboreado lo que es la fraternidad, el descubrir a los hermanos, a las familias o a los amigos, porque los hemos visto con otros ojos: lo que antes veíamos a medias, ahora se ha ensanchado porque hemos percibido muchas cosas desconocidas en ellos: la sencillez, la entrega y tantas sorpresas de vivir juntos o de ser Familia marianista.

La Iglesia se ha hecho presente como iglesia doméstica en tantos hogares cristianos que han vivido y celebrado su fe de forma laical, sencilla y unida a todos los creyentes. La pandemia ha hecho aflorar una nueva visión eclesial, porque la comunidad cristiana es fuerte y servicial, aunque sea también frágil y doliente.  

Por todo esto damos gracias a Dios, porque Él ha sido quien ha movido a tantos corazones y tantas iniciativas para servir, acompañar y consolar. Él ha estado vivo y presente, unas veces de forma evidente y otras en la oscuridad y lo escondido. Pero nosotros lo hemos percibido cercano y a nuestro lado. Por eso confesamos que en medio del sufrimiento, este tiempo de pandemia ha sido misteriosamente un tiempo de gracia. Porque hemos podido descubrir que Dios nuestro Padre nos ha estado hablando con todo lo vivido y que teníamos a la vista, pero que no lo veíamos a fondo y con toda su riqueza. Hemos crecido verdaderamente en la vida de Dios: las virtudes fundamentales, que son la fe, la esperanza y amor.

Hemos vivido mucho en pocos meses. Ha sido una aceleración histórica que nos ha dejado agotados aunque hayamos aprendido tanto. Pero este tiempo pasado nos ha dejado tarea para el futuro. Porque el aprendizaje es para vivir la vida de una manera nueva, o por lo menos cambiada, en no pocas cosas.

Ahora… nos toca la Vida

La palabra del papa Francisco es hoy una voz profética en la Iglesia, en medio de la pandemia, tal como nos lo señala su documento “Un plan para resucitar”: Este es el tiempo propicio de animarnos a una nueva imaginación de lo posible con el realismo que solo el Evangelio nos puede proporcionar. El Espíritu que no se deja encerrar ni instrumentalizar con esquemas, modalidades, o estructuras fijas o caducas, nos propone sumarnos a su movimiento, capaz de “hacer nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). El papa, con motivo del quinto aniversario de la encíclica Laudato si, ha creado una comisión para elaborar un plan de respuesta a los retos de la nueva situación mundial. Debemos pasar página: de una civilización del consumo y el mercado a otra de la justicia, la paz y la misericordia. Estas palabras de la Iglesia son para nosotros luz e impulso a la hora de proyectarnos hacia adelante, de forma activa y responsable.

En este tiempo que viene, sea mucho o poco lo que nos quede de incertidumbre y cuidados, queremos poner en marcha un nuevo camino. No lo podemos recorrer solos, individualmente. Es un compromiso común. O todos o ninguno. También esto lo hemos aprendido para seguir cultivándolo: nos necesitamos, porque el descuido de unos, es dolor para otros. O nos salvamos juntos o no hay salida. Hemos recuperado el sentido de la “salvación”.

Este camino hacia adelante es una oportunidad que se nos ofrece. De lo malo o de lo sufrido, tenemos que sacar lo bueno. Queremos caminar hacia un nuevo estilo de vida, que tiene mucho que ver con lo vivido, que nos ha dado lecciones de vida:  valorar las cosas fundamentales y poner detrás las secundarias. Lo esencial son las personas antes que las cosas, el silencio enriquecedor más que el ruido que lo tapa todo, y sabiendo, como decía Jesús, que hay más felicidad en dar que en recibir (Hch 20,35). El papa Francisco denuncia también la parte de culpa o pecado que está aflorando en este tiempo, por lo que debemos pedir perdón y convertirnos: La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad (Momento extraordinario de oración. 27 marzo 2020). También nos toca superar las tentaciones de indiferencia, comodidad, fatalismo, negacionismo y crispación, que han ido apareciendo.

En el campo educativo y pastoral de nuestros colegios, parroquias y plataformas misioneras es la hora de afirmar nuestra imagen del ser humano, ayudar a la gente a elaborar la experiencia desde la fe, evitando interpretaciones insuficientes o erróneas, ofreciendo una palabra que ayude a vivir en esperanza y fortaleza en el tiempo que viene, estando atentos a las personas, viviendo una ética del cuidado y el acompañamiento.

Finalmente, la llamada es la que nos hacen los pobres, los que sufren, las periferias de lejos y de cerca, las pateras del mar y las de la tierra, los refugiados, los solos y los que nadie quiere, los descartados. Los que sufren están cerca, con tal que tú te acerques (Lc 10,25-37). La Provincia, unida a la Familia marianista, quiere ser una comunidad samaritana, porque queremos acercarnos.

 Como los caminos de Dios no son nuestros caminos (Is 55,8), tenemos que aprender y recorrer los suyos, tan diversos y sorprendentes. Este de la pandemia lo está siendo. No porque haya querido hacernos sufrir, sino porque en medio de esta situación Él ha estado con nosotros abriendo el paso a lo nuevo. Es una llamada a potenciar nuestro seguimiento de Jesús, nuestra vida interior o vivencia espiritual, y nuestra consagración bautismal, sellada en las distintas vocaciones que existen en la Familia marianista (matrimonio, celibato, sacerdocio, vida consagrada).

El carisma marianista nació en medio de una gran crisis social, cultural y religiosa. Ahí nuestros fundadores y los primeros seglares y religiosos supieron abrirse a la novedad a la que Dios les llamaba. Ahora nos toca a nosotros.