04 Mar II Domingo de Cuaresma: Esforzarse y disfrutar
El religioso marianista Ignacio Otaño nos propone un retiro para vivir esta Cuaresma de manera más honda e íntima con Jesús. Cada semana compartiremos a través de la página web y nuestras redes sociales la propuesta de oración y reflexión.
II DOMINGO: ESFORZARSE Y DISFRUTAR
Evangelio de Mateo (17, 1-9)
Tenemos un grado de satisfacción diferente cuando conseguimos algo con nuestro esfuerzo y trabajo que cuando nos lo dan todo hecho. Lo que hemos conseguido con nuestro esfuerzo y nuestra constancia lo sabemos apreciar mucho más.
En nuestra vida existe como una balanza: en un platillo está el trabajo y el esfuerzo, y, en el otro platillo la felicidad y la satisfacción.
- Si desequilibramos la balanza sólo a favor del platillo del trabajo y el esfuerzo, y no ponemos nada en el de la felicidad y la satisfacción, el resultado es una persona insatisfecha, siempre descontenta y quejosa.
- Si, por el contrario, todo el peso lo ponemos en conseguir lo que nos satisface en este momento, rehuyendo el esfuerzo necesario para conseguir una meta, viene el vacío que lleva a la insatisfacción y a la infelicidad.
Esos dos platillos de la balanza aparecen en las lecturas del segundo domingo de Cuaresma:
- El Señor dice a Abraham que debe estar dispuesto al sacrificio de dejar patria y casa. Pero eso, para llegar a una patria y una casa más estables para él y los suyos. No se trata de andar sin meta alguna sino con la esperanza estimulante de conseguir lo mejor, fiado de Dios (Gen 12, 1-4)
- En el evangelio de la Transfiguración, escuchamos a Pedro decir entusiasmado: ¡Qué bien se está aquí! (Mt 17, 1-9). Esta transfiguración se produce después del anuncio de Jesús de su pasión y muerte. Les había dicho a sus discípulos que tomasen la cruz para seguirlo, pero también que esperasen su vuelta gloriosa.
La Transfiguración forma parte de la pedagogía de Jesús: mostrar que el sacrificio, el esfuerzo, el trabajo y las renuncias no son por nada sino para llegar a la vida, para poder llegar a decir: ¡Qué bien se está aquí! También el camino difícil de la cruz necesita de la esperanza, de la motivación que anima. Al educar, no sólo hay que exigir sino también motivar positivamente.
Ver la vida sólo desde el punto de vista del sufrimiento, sin espacio para la alegría, es recorrer el camino difícil sin meta; por tanto, caer en la amargura.
También existe el peligro contrario: Pedro se siente tan bien, gozando de la presencia gloriosa de Jesús y de su conversación con Moisés y Elías, que quiere quedarse allí en lugar de volver a la lucha de cada día. Pero Jesús llama a levantarse y continuar el esfuerzo de cada día sin temor. Se puede arruinar la propia vida, las relaciones humanas de toda clase, el trabajo y muchas cosas si sólo se acepta lo que agrada y se rechaza lo que requiere trabajo, camino laborioso.
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