JUEVES SANTO: Un Dios por los suelos

JUEVES SANTO: Un Dios por los suelos

Autora: EJIEA YEPKACORA.

Desde niño me enamoré de este gesto, de esta imagen, de estas manos, de este rostro. Todo enmarcado en mi lugar en el mundo: una casa, un cenáculo, un lugar de amistad en donde se ríe, se canta, se llora, se guarda silencio y se experimenta una corriente de fraternidad que vincula a quienes comparten mesa, vida y pasión por quien los llamó a seguirlo, secundarlo y configurar la vida con la suya.  Sí, yo soy de los del jueves santo. Y no puedo dejar de mirarte y escuchar la voz de Juan que nos recuerda: “Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo que había llegado la hora de dejar este mundo para ir al Padre, y habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.”

Y te miro despojándote del manto y ciñéndote la cintura con una toalla. Y mis ojos como los de mis compañeros de mesa, no pueden con tanto asombro al sentir el crujir de tus rodillas al tocar el suelo, la tierra, el humus, el lugar de la verdad. Desde abajo, miras a Pedro, a tu Iglesia, a la comunidad entera, conmocionada por ver al Señor por los suelos.  ¿Qué haces tú ahí abajo?¿Por qué nos desconciertas tanto? Y suenan tus palabras que deshacen nuestra voz prepotente, nuestras barreras, nuestro orgullo, nuestro no querer dejarte ser Dios a tu manera: ¡no me lavarás los pies jamás! Pero tú, mi Señor, mi amigo, no eres de los que te das por vencido. E insistes, y miras a los ojos, y persuades desde abajo: he venido a lavarte, he venido aliviar tus pies y tu cuerpo y tu corazón cansado, embarrado y polvoriento. Déjame mostrarte mi amor incondicional, quiero que tengas parte conmigo.

¡Cuánto necesitamos Señor dejar que laves nuestros pies, sentir tus manos que todo lo hacen nuevo, redescubrir que nos has llamado para enseñarnos el camino del amor, que precisa a la gente del lebrillo, el agua, la toalla y la ternura de un Dios que pone el mundo del revés!

Sabes, mi Señor, de la terquedad de nuestros corazones. Y por eso, nos preguntas: ¿comprendéis lo que he hecho con vosotros? ¡Cuánto nos cuesta entender, acoger, aceptar que has inaugurado un nuevo modo de relacionarnos contigo, nuestro Dios y Señor! Tú, nos dejas en esta tarde un mandato y una promesa de las que se cumplen. Lo que he hecho, hacedlo unos con otros y seréis felices. No hay otro camino que bajar, servir, limpiar, secar, besar, amar hasta el extremo, hasta que duela, para encontrar la verdadera alegría, la que nos reconecta con nuestra identidad de hijos de un Dios, Misterio de Amor hecho carne. 

En esta noche Jesús, al mirarte a los ojos, al contemplar tus manos, al sentir tu bondad en lo pequeño, descubro a tantos hombres y mujeres, tantos que lavan, curan, sanan, se agachan, se ciñen, sirven y aman y hacen de este mundo lastrado por la dureza, la mentira, la violencia y la falsedad, un cenáculo donde la fraternidad y el amor de Dios es posible.  Si todavía no te ha encontrado a Jesús a tus pies, suplica este don, tu corazón arderá y a tu luz el mundo será nuevo.

Rafael Iglesias sm