03 Abr No está aquí. ¡Ha resucitado!
Cuando nuestros pies se encaminan al sepulcro, cuando en la mañana nos empeñamos en acudir al lugar de la muerte, cuando vamos cargados de aromas para despedir a quien amamos, cuando nos sentimos incapacitados para mover pesadas piedras, en el alborear de la mañana, descubrimos signos que espabilan nuestra fe. Un sepulcro abierto de par en par, porque la muerte no puede retener a quien es la Vida. Una presencia joven que nos trae la luz de Dios y que en medio de nuestros temores nos repite la voz de orden de la Pascua: NO TENGÁIS MIEDO.
Con las mujeres del amor y de la fe, escuchamos a quien nos conmueve con la noticia que no podíamos imaginar: “¿Buscáis al Nazareno, el Crucificado? No está aquí. HA RESUCITADO.”
Necesitamos hombres de blanco dispuestos a visitar lugares de muerte para dar la noticia de que ya ha sido vencida. Precisamos de aquellos que nos ayudan a ver los signos que despiertan en nosotros la fe y la esperanza. “Mirad el sitio donde lo pusieron”. No hay nada, no hay nadie,… No os empeñéis en clavar la mirada en la oscuridad; no os enredéis permanentemente en el lamento y el llanto. Abandonad las sombras, buscad la luz. Corred para cantar y contar que nuestro Amado vive, que va por delante de vosotros a Galilea y que allí le veréis, tal y como os dijo.
A Galilea, sí. Corre al encuentro de tu gente. Sube a tu casa, entra en la oficina, vete a clase, entra en la habitación del hospital; abraza a tu madre, besa a tu hijo, brinda con tus amigos, mira a los ojos a tu hermano, da la mano aquel con quien te enfrentaste, socorre a quién no puede con la vida, siéntate con quien se encuentra solo, di te quiero sin pudor. Y en tu Galilea, verás a Cristo Resucitado, derramando su luz en lo cotidiano, empapando de vida cuanto estaba anegado de sombras y amenazado de muerte.
A ti amigo, a ti amiga, en la mañana del domingo de pascua, te convocamos para ser en medio de nuestro mundo, testigos del resplandor del Amor de Dios. Contigo queremos ser mensajeros de que en medio de todas las noches, ha despuntado la aurora de la salvación. Precisamos de tu voz, de tus manos, de tus gestos, de tu risa, de tu palabra, de tu generosidad para que todo hombre y toda mujer sientan en sus carnes que en Jesús ha triunfado la vida.
¡Feliz pascua a todos!