IV Domingo de Cuaresma: Mirar con el corazón

IV Domingo de Cuaresma: Mirar con el corazón

El religioso marianista Ignacio Otaño nos propone un retiro para vivir esta Cuaresma de manera más honda e íntima con Jesús. Cada semana compartiremos a través de la página web y nuestras redes sociales la propuesta de oración y reflexión.

IMAGEN: Julia Stankova

            Aunque a veces la gente pueda tener a alguien en baja estima por las apariencias, el cariño de Dios hacia nosotros no está condicionado a nuestra inteligencia, a nuestra simpatía, a nuestro buen tipo, a nuestra habilidad, sino que es un cariño incondicional, que quiere ir derecho al corazón.

            Así es también la mirada de Jesús hacia aquel ciego de nacimiento (Jn 9,1-41), que comprueba que el misericordioso ha transformado su vida. No solo se siente curado de su ceguera física, sino que sobre todo empieza a ver las cosas y la vida de una forma nueva.

            Los primeros cristianos llamaban al bautismo ILUMINACIÓN: conocer a Jesús, fiarse de Él y seguir sus pasos es abrir los ojos para ver de veras. Creer en Jesús transforma nuestra mirada, nos da una visión nueva: la visión desde el corazón de Dios.

            El ciego del evangelio va descubriendo a Jesús poco a poco: primero Jesús es simplemente el hombre bueno que lo ha curado, lo cual no es poco. Después piensa que es un profeta. Finalmente, se confía totalmente a Él con un sincero: Creo, Señor, que equivale a un me fío de Ti, confío en Ti. Así, siendo fiel, de la luz de los ojos ha pasado a la luz del corazón que ha iluminado toda su existencia.

            A partir de ahora procurará ver el mundo y las personas con los ojos y el corazón de Dios. Y lo que irá aprendiendo, con la visión recién estrenada, es que Dios es mucho más benévolo que los humanos. Nosotros tendemos a despellejar al que nos cae mal, lo vemos con malos ojos. El Señor nos enseña a mirar con el corazón y a tratar de llegar al corazón del otro. No se trata de volverse ciego ante el mal que existe ni dejar de luchar contra él, pero sí de mirar a las personas con misericordia. Como las miraba Jesús y como las mira Dios nuestro Padre.

El célebre autor de “El Principito”, Antoine de Saint-Exupery; hace decir a uno de sus personajes: “He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos”.

Más que nuestros ojos, necesitamos curar nuestro corazón para ver con buenos ojos a nuestro hermano o hermana, que, a veces incluso bajo apariencias desagradables, tiene algo importante que decirnos. Necesitamos de un corazón limpio para descubrir huellas de Dios en muchas realidades humanas. Necesitamos del corazón para saborear la vida y disfrutar sin prejuicios de las relaciones de unos con otros; para saber perdonar y aceptar el perdón; para no mirarnos solo a nosotros mismos sino también acoger y comprender a los demás. Necesitamos curar el corazón para creer y confiar. De corazón decimos al Señor: “Creo, Señor”, confío en Ti, me fío de Ti.

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