V Domingo de Cuaresma: Resurrección y vida

V Domingo de Cuaresma: Resurrección y vida

El religioso marianista Ignacio Otaño nos propone un retiro para vivir esta Cuaresma de manera más honda e íntima con Jesús. Cada semana compartiremos a través de la página web y nuestras redes sociales la propuesta de oración y reflexión.

            Jesús dice a Marta cuando ya habían enterrado a Lázaro: Yo soy la resurrección y la vida.; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá  (Jn 11,25).

            El Papa Francisco, en su carta sobre la alegría del evangelio, dice que la resurrección de Jesús no es algo del pasado, sino que su fuerza ha penetrado el mundo. “Donde parece que todo ha muerto vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que, en medio de la oscuridad, siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto. En un campo arrasado vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible. Habrá muchas cosas negras, pero el bien siempre tiende a volver a brotar y a difundirse. Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible” (nº 276).

            Lo que dice Francisco es muy verdad, pero nos sucede como a las hermanas de Lázaro y al propio Jesús: la muerte de un ser querido nos llena de tristeza; la muerte, sobre todo cuando se produce en circunstancias trágicas, nos conmueve; la muerte de seres inocentes nos indigna.

            Pero ¿podemos hacer algo más que entristecernos, conmovernos o indignarnos por la muerte que palpamos tan a menudo? El propio Jesús, según el evangelio, acompaña en el dolor a las hermanas de su amigo Lázaro y él mismo sollozó muy conmovido y se echó a llorar. Jesús no es de piedra, sino que se conmueve y llora. Nosotros también procuramos consolar y acompañar en el dolor a los que sufren la pérdida de la persona cercana. Pero habitualmente ya no sabemos qué más hacer.

            No tenemos el poder de Jesús para dar de nuevo la vida a las personas. Pero, como Él, podemos apostar por todo lo que signifique vida. Modestamente, pero con cariño, podemos contribuir a quitar tantas losas que tienen aplastada a la gente que conocemos directamente y a la que llegamos a conocer por noticias o por referencias. Podemos también contribuir a desatar las vendas de tantos pies y tantas manos atadas, que son un gran obstáculo para caminar. Todo lo que hagamos para liberar de cargas y ataduras inhumanas es una acción resucitadora, siguiendo a Jesús.

            Cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿tiendo a aplastar a los de mi alrededor y a los demás, o, por el contrario alivio y permito respirar?

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