Fermín Gastaminza Ibarburu (1931-2023): Pequeño gran donostiarra, simpático y bueno

Fermín Gastaminza Ibarburu (1931-2023): Pequeño gran donostiarra, simpático y bueno

Escrito por Ramón Mª Iceta, SM

Fermín nació en San Sebastián el 20 de diciembre de 1931, hijo de José María, antiguo alumno del Colegio Santa María (Marianistas) y médico de familia, fallecido el 26 de junio de 1981 y de Asunción, ama de casa, fallecida en 1948, cuando Fermín tenía 17 años. Su padre fue presidente de la Real Sociedad de fútbol en dos ocasiones, y quizás también por eso, y como buen donostiarra, Fermín era fiel seguidor de ese club. 

El padre de Fermín, José María, estuvo siempre muy ligado a la Compañía de María. Me contaba José Ángel Otaegui que llevaba frecuentemente al santuario de Lourdes al Padre Florentino, cuando este era provincial. Parece que del P. Florentino proviene aquella anécdota en la que contesta a un religioso que le pide autorización para ir a Lourdes, diciendo que él había ido muchas veces y que no merecía la pena.  

Como seguidor de la Real, Fermín sufría tanto cuando su equipo perdía un partido que no quería ir al campo, ni quedarse en la ciudad para no oír los chupinazos que indicaban un gol de la Real o de su contrincante. A veces se iba con José Ángel a donde no se pudieran oír los chupinazos ni enterarse del resultado, hasta el final. De todos modos, a cada rato le pedía a José Ángel que escuchara en la radio cómo iba el partido. Así me lo contó José Ángel. Fermín era buen seguidor de la Real, y, a la vez, jugaba muy bien al fútbol de extremo izquierda.           

El día de su nacimiento coincide con una fiesta donostiarra, Santo Tomás, en la que es tradicional tomar un bocadillo de chorizo frito, que se podía adquirir en cualquiera de los muchos puestos callejeros en la Parte Vieja. Cuenta José Ángel Otaegui que, muchos años después, cuando estuvieron destinados los dos en aquel colegio, solía seguir esa tradición con Fermín y así celebraban también su cumpleaños. Iban los dos a la Parte Vieja, y en algún puesto, normalmente de alumnos o antiguos alumnos, ambos se tomaban un bocadillo de chistorra con un vasito de sidra o vino (esto último lo supongo yo).   

El matrimonio Gastaminza Ibarburu tuvo 9 hijos: Marisol (la única que vive hoy, con 93 años), Fermín, Antonio, José María, Blas, Mª Asunción, Mª Teresa, Ignacio y Fernando. Seis chicos y tres chicas. Al principio vivieron en la Parte Vieja, en la calle Mayor, hasta que se trasladaron a una villa de Aldapeta, Villa Dorotea, muy cercana al colegio de los marianistas. Fermín, como el resto de sus hermanos varones, estudió en el Colegio Católico Santa María.

Como muchas familias de San Sebastián, la suya tenía alquilado para toda la temporada veraniega un toldo en la playa de La Concha, que usaba toda la familia y era una referencia y punto de encuentro para todos ellos. Él nadaba muy bien y le gustaba frecuentarlo. Le gustaba ir hasta el gabarrón nadando y, a veces, hasta la isla.

Movido por sus inquietudes religiosas, nacidas en el caldo de cultivo de la piedad de una familia cristiana y de la educación religiosa del Colegio, descubrió su vocación religiosa marianista.

Acabada su etapa colegial, Fermín entró en el postulantado de Elorrio, Vizcaya, el 9 de octubre de 1948, y un mes después, el 12 de noviembre del mismo año, comenzó su noviciado allí mismo. 

FINAL DEL BACHILLERATO (1947-48)

Sus recuerdos: Forman parte de un escrito entregado por Fermín en mayo de 2005 al superior provincial, con el título “FGI, recuerdos”. Los pondré siempre entrecomillados y en cursiva. No los copiaré siempre totalmente, sino que haré un extracto.

“No me consideraba a mí mismo un sujeto recomendable. No era de los que recibían las calificaciones semanales en orla dorada o roja. En nuestros ejercicios espirituales al terminar el Bachillerato se planteaba, más que una orientación profesional, el problema de la opción o elección de estado: matrimonio, sacerdocio, religioso… Tenía miedo de comunicar mis dudas al Padre Director, Julián Angulo. Me acogió con simpatía quien por entonces inspiraba en el Colegio un temor reverencial. Y hubo un marianista, reciente profesor mío, que me abordó para intentar que pusiera los pies en el suelo, pues la aventura de la vida religiosa era más seria de lo que pudiera pensar un bachiller recién salido del horno y lejos de poseer el palmarés de un alumno ejemplar…”

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Documento completo en el siguiente enlace: Fermín Gastaminza, SM. (1931-2023)


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