25 Oct Diego Tolsada Peris (1946-2023): La penúltima bondad
Escrito por Nano Crespo, SM
El último día de la Asamblea Provincial, el mismo día en que renovó sus sesenta años como religioso marianista, Diego fue el último en intervenir en un panel en el que cinco religiosos nos dieron claves para vivir nuestra vida marianista. A Diego le habíamos pedido que nos hablara de la vida eterna. Comenzó su intervención diciendo:
“El lema que me transmitieron para que os hablara de la vida eterna me dejó descolocado. ‘In omnibus respicem finem’, la frase del P. Chaminade; no sabía si su significado es “cuando cojas el ómnibus ten cuidado, no vayas a ir a Donosti y termines en Algeciras”. No sabía tampoco si traducir “ten cuidado porque te estás muriendo y mira despacio lo que estás haciendo”. No sabía bien, en ese sentido, si me estaban pidiendo un testimonio o un testamento”.
Diego nos dio un testimonio y también un testamento. El testimonio vital nos lo había dado el primer día de ese encuentro cuando, antes de que fuésemos a la reunión de grupo a hablar de los nudos que todos tenemos en nuestra historia personal, en el momento que los más inquietos ya se estaban levantando, cogió el micrófono, como un espontáneo que se tira al ruedo, y pidió perdón por todo lo que en su vida había causado dolor y sufrimiento a sus hermanos de comunidad, por sus inadaptaciones, por sus silencios amargos, que le habían separado, en el fondo de su corazón, del resto de la Provincia.
Los que hemos conocido bien a Diego, y le hemos querido, sabemos que ese gesto, ese acto consciente de manifestar su realidad públicamente, reconociéndola, aceptándola, pidiendo perdón por ella, es algo que excedía su natural. Diego, como profesor y sacerdote, muchas veces habló en público, y siempre lo hizo bien, captando la atención de las personas por la calidad de sus palabras, la consistencia de su discurso, la profundidad intelectual de sus postulados, fuese en conferencias o en homilías, tan aterrizadas, tan profundas, tan teológicas, tan proféticas, tan prácticas, pero si hubiera podido desaparecer detrás de una columna mientras hablaba, como tantas veces hizo en actividades pastorales que teníamos en la capilla gótica del colegio del Pilar, sin duda lo hubiera hecho.
Lo que hizo esa tarde, en la Asamblea, sin duda, refleja un camino de crecimiento en libertad interior, de asumir su vida, de reconciliarse con ella. Así lo ha manifestado, en varias ocasiones, recientemente: “el reconciliarme con tantas cosas me ha permitido, en la última etapa de mi vida, ser feliz”. Un camino de reconciliación que comenzó a vivir, de una manera especial, en el tiempo que estuvo ingresado en la UCI, durante las primeras semanas de marzo del año 2020, afectado por el COVID, y donde vio más de cerca el final de sus días, que había comenzado a contemplar, un tiempo antes, con lo que él llamaba sus cánceres.
Diego, por la Gracia de Dios, había comenzado a vivir la penúltima bondad, que nos explicó en esa intervención en la asamblea:
“Hace unos días caía en mis manos un libro de Josep María Esquirol, agnóstico: la penúltima bondad. Señala que, en nuestras manos, aquí abajo, no está la última bondad, que depende de Dios, sino que tenemos en las manos vivir desde la penúltima bondad. Es lo que él llama la vida eterna, aquí abajo. Está en nuestras manos, entre nuestro nacimiento y nuestra muerte, el ser buenos, el elegir el bien, el vivir la bondad, esa es la penúltima bondad”.
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Documento completo en el siguiente enlace: DIEGO TOLSADA PERIS (1946-2023)
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